lunes, 28 de abril de 2014



EL DESAFÍO DE ESTA HUELGA ES QUE DEMOS UN PASO ADELANTE EN TODOS LOS PLANOS

La multitudinaria marcha de ayer fue la mejor respuesta a la única oferta que ha presentado el gobierno.

Le extensa reunión de todos los delegados con el gabinete de educación, recibió una negativa del MINISTRO a dar respuesta nuestros reclamos básicos para dar una salida al conflicto en esta etapa: 

1.-Que se otorgue un aumento considerable al básico.2.-Que se pague como aguinaldo la mitad del sueldo efectivamente percibido(hoy nos pagan la cuarta parte porque los montos en negro no cuentan).3.-Que se firme un acta que establezca la reducción de la carga horaria para los profesores sin afectar sus derechos adquiridos.4.-Que todos los adicionales se paguen por cargo y no por agente como se lo hace en la actualidad.

martes, 27 de noviembre de 2012

MARIANO FERREYRA, DIARIO DEL JUICIO: Día 38

El valioso testimonio de Gabriela Carchak y sus compañeros






Hoy declararon la periodista Gabriela Carchak y su camarógrafo, Gustavo Farías. En la audiencia anterior, había testificado Marcelo Polito, asistente de cámara del equipo periodístico de C5N. Los tres estuvieron presentes en el momento de la agresión criminal que acabaría con la vida de Mariano y provocaría graves heridas de bala a Elsa y otros compañeros. Llegaron al lugar respondiendo a la denuncia de la primera agresión, la que se había consumado una hora antes durante el único intento de los manifestantes por alcanzar las vías e interrumpir el paso del tren. Esa era la medida que habían decidido adoptar los trabajadores tercerizados para reclamar por la reincorporación de los despedidos y el pase a planta permanente, luego de meses de infructuosas reuniones en el Ministerio de Trabajo y en la Secretaría de Transporte.




La patota –que venía corriendo desde las vías para atacar a la columna de tercerizados y militantes que se retiraba- se detuvo ante la presencia de la cámara y, bajo amenaza, acorraló a los periodistas dentro del playón de Chevallier. Los matones se quedaron vigilando frente al portón, para asegurarse que los periodistas no registraran el planificado crimen que estaban a punto de cometer. De todos modos, las imágenes que sí pudieron registrar Gabriela y sus compañeros, más sus declaraciones durante la investigación y el juicio, se constituyeron en una prueba categórica contra la patota.




El primero en subir al estrado fue Farías. Se lo notaba contenido y nervioso al hablar. Su compañero, Marcelo Polito, había sido duramente hostilizado y amenazado por los abogados de Pedraza y su patota durante su declaración, en la audiencia pasada (ver http://www.marianoferreyra.com.ar/dia-37-el-ataque-criminal-en-la-voz-de-uno-de-los-periodistas-de-c5n/). Probablemente, ese segundo hostigamiento (primero, el de la patota; ahora, el de sus abogados) haya influido en su estado de ánimo. Sin embargo, el contenido de su testimonio fue claro: relató que, entre los manifestantes, ya había varios lastimados; que la patota los rodeo a él y a su asistente y les exigió que dejaran de grabar; que buscaron refugio dentro de Chevallier; que su compañero –Polito- le advirtió que se escuchaban detonaciones de armas de fuego y que, luego de la agresión, se encontró con varios heridos de bala entre los manifestantes. Farías también dijo que vio patrulleros y un carro de asalto en la zona. Finalmente, afirmó que cuando le exigieron que cesara de grabar, “me puse nervioso, tenía temor. Me sobrepasó la situación. Jamás pensé que podía pasar lo que pasó”.




Luego de las declaraciones de Polito y de Farías, el testimonio de Carchak resultó definitivo.




Testimonio de Gabriela




Gabriela Carchak ingresó a la sala poco después de las 14 horas. Trabajadores de prensa y estudiantes llenaron el sector destinado al público. Entre ellos, también estuvo presente Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero.




Esa presencia ´masiva´ -al menos, todo lo masiva que permite la sala- constituyó una manifestación de apoyo político y moral hacia Carchak, que mantuvo una conducta sin dobleces desde su primera salida al aire, minutos después del crimen de Mariano, en la que habló a las claras de una agresión por parte de la patota ferroviaria. Gabriela jamás se apartó un milímetro de la verdad. Lo que se dice una verdadera periodista.




Cuando el presidente del tribunal le preguntó por las generales de la ley, se produjo una situación algo extraña. Gabriela afirmó que no conocía ni a los acusados ni a las víctimas. Sin embargo, uno de los policías imputados, Gastón Conti, manifestó a través de su defensor que se conocían. Conti incluso se puso de pie para que ella pudiera verlo, pero no hubo caso. Si alguna vez tuvieron algún tipo de contacto, no fue suficiente para que el Principal Conti dejara en Carchak un recuerdo medianamente perdurable. Inmediatamente, Gabriela comenzó a relatar todo lo que vivió en aquella jornada.




“Alrededor del mediodía, salía de hacer una nota en el Ministerio de Economía cuando me llaman y me dicen que tengo que ir a Constitución, porque –me dicen- iban a cortar las vías. Me dan un teléfono, el de una persona llamada Lucas; lo llamo, y me dice que no estaban en la estación porque los habían atacado, que estaban en las calles Santa Elena y Lujan, en la zona de Barracas”.




“Llegamos al lugar en el auto de Farías. Serían unas cincuenta personas, quizás menos. Había gente sentada, otra parada, replegando banderas… Busco a Lucas y él me presenta a Diego, de los tercerizados del Roca, que me cuenta que no pudieron cortar las vías porque un grupo de hombres los atacaron a piedrazos. Me señala a un hombre y dos mujeres que estaban lastimadas. Los entrevisté. Una de las mujeres resultó ser –me enteré después- Elsa Rodríguez”.




“Termino de hacer la nota, ellos recogen sus cosas y empiezan a caminar por la calle Lujan, en dirección contraria las vías. Los tercerizados tenían uniforme ferroviario, otros tenían unos gorritos del Partido Obrero y también de otras organizaciones, pero no recuerdo de cuáles. Se estaban replegando, ya no estaban manifestándose en el momento que hice la nota. Me cuentan que iban a hacer asamblea al día siguiente para ver como seguían. Iban caminando por Luján, rumbo a la avenida Vélez Sarsfield. Llamo al canal y aviso que terminamos, que nos volvemos”.




“Me doy vuelto y veo a unas doscientas personas que vienen corriendo con palos hacia nosotros. Había un policía de civil, joven, de remera turquesa, en un auto que no recuerdo si era un patrullero. Esa persona, cuando ve a los que vienen corriendo desde las vías, nos dice ´váyanse, que nos matan a todos´”. Luego, haría referencia a otro policía, también de civil, que les transmitió la misma advertencia a sus compañeros, luego de que ella se hubiera alejado.




“Yo me subo a la vereda porque me dio miedo, pero veo que un grupo de seis o siete personas rodean a mi camarógrafo y al asistente y los empiezan a increpar. Pensé que les iban a pegar, así que me acerqué, pensando que, si veían a una mujer, iban a parar… Les decían que bajaran la cámara, que les iban a romper todo… Les ofrecí el micrófono, para que dijeran lo que quisieran, pero una persona con cuello ortopédico nos decía ´vos siempre igual, siempre dándole micrófono a estos piqueteros de mierda´, y nos fueron llevando -siempre empujándonos- hasta el portón de Chevallier. Todo el tiempo, continuaron diciéndonos las mismas cosas. El de cuello ortopédico nos gritaba, y había otro, de pelo largo, rubio, con rulos, que nos iba llevando hacia el portón. La gente de Chevallier nos dejó entrar porque vieron la situación”.




“Entramos, pero una o dos personas se quedan afuera, como para controlar que no filmemos. En eso, me llaman de la producción y me alejo de mis compañeros, pero empezamos a escuchar estruendos, golpes, gritos, vidrios que se rompían y, a los pocos minutos, veo a estas personas correr de vuelta, pero ahora para el lado de las vías. Habrían pasado cuatro o cinco minutos, no más. Entonces salimos, y se acercan las personas con las que habíamos estado antes y nos dicen que hay heridos de bala”.




“Vamos corriendo hacia la esquina y vemos a Mariano Ferreyra muy malherido. Lo estaban subiendo a una ambulancia. En el momento no lo noté, pero después -mirando las imágenes- vi que también estaba Elsa Rodríguez en la ambulancia. También se acercó un varón, con una herida de bala en la pierna, y también lo grabamos”.




Gabriela identificó en videos y fotografías que le exhibieron, a las dos personas que mencionó, los imputados González y Pipitó. Además, a Pipitó también lo identificó en imágenes tomadas en otro apriete anterior de la patota, en el hall de Constitución, ocurrido un mes y medio antes del crimen de Mariano.




“Los tres estábamos asustados”, dijo sobre ella y sus compañeros. “Desde que nos dieron la orden directa de ´baja la cámara o te rompo todo´. Seguían gritándonos insultos y agravios, a pesar de que yo seguía ofreciéndoles a ellos que dijeran todo lo que quisieran decir”. Obviamente la patota no estaba allí para hacer declaraciones periodísticas sino para matar.




El interrogatorio de las defensas fue penoso. Sus intentos por minimizar la grave denuncia que Gabriela Carchak había hecho desde el estrado, resultaron patéticos. Gabriela dejó en claro que lo que ella y sus compañeros sufrieron, fue un acto de intimidación sin atenuantes.




Peor les fue cuando intentaron conducirla a que hablara de un “enfrentamiento”. No hubo modo de apartarla de la verdad. “Yo no vi un enfrentamiento: yo vi gente que estaba siendo atacada y se defendió”,




El abogado Igounet solicitó pasar el fragmento del noticiero de C5N en el que Gabriela –a los pocos minutos del cimen de Mariano- sale al aire denunciando lo que acababa de ocurrir. En un momento, Gabriela dice la palabra “enfrentamiento”, mientras su voz sale en off sobre las imágenes que habían logrado registrar hacía instantes. Su descripción, sin embargo, es absolutamente elocuente y explícita sobre el carácter artero de la agresión sufrida por los tercerizados y militantes. Entonces Igounet –ya sea porque es imbécil, o porque nos toma al resto como tales- le pidió que dijera si esa era su voz “cuando dice la palabra ´enfrentamiento´”. El presidente del tribunal le señaló al abogado: “Doctor, en todo caso, la voz de la testigo es la que sale en toda la filmación, no solo en ese fragmento”. Pero Gabriela no se quedó atrás: “Doctor, usted tiene que entender que estaba saliendo al aire, en vivo, inmediatamente después de esa vivencia, pero creo que queda claro que los manifestantes fueron atacados cobardemente por la espalda”.




Sí, quedó absolutamente claro.


El juicio continúa mañana.

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MARIANO FERREYRA, DIARIO DEL JUICIO: Día 37

El ataque criminal, en la voz de uno de los periodistas de C5N




Hoy declararon Gonzalo Fernández –ferroviario, ex tercerizado de Confer, que en octubre de 2010 se encontraba despedido-, el ´testigo´ de la patota Carlos del Papa y Marcelo Polito, el asistente de cámara del equipo de C5N que estuvo en el lugar de los hechos y que sufrió un feroz apriete por parte de la patota, para que no filmaran la emboscada criminal. Los compañeros de trabajo de Polito –Gabriela Carchak y Gustavo Farías- no alcanzaron a declarar y sus testimonios fueron postergados para el próximo lunes. La audiencia debió interrumpirse durante un rato largo, debido a un inesperado apagón de luz.



Fernández y Polito brindaron testimonios contundentes contra la patota e identificaron a varios de los agresores. Fernández describió a un tirador, que sería Cristian Favale. Por su parte, la declaración de Polito –que citaremos largamente- fue particularmente conmovedora y valiente, y debió enfrentar el hostigamiento y hasta las intimidaciones de los abogados defensores. Polito hizo una denuncia formidable contra la patota y la policía.



“Nos amenazaban con que nos iban a matar”



La declaración de Marcelo Polito se extendió por más de tres horas. Fue implacable. Polito respondió a cada pregunta de los defensores con nuevas denuncias y ampliando cada detalle. Los abogados de Pedraza y su patota, impotentes ante la contundencia de su testimonio, se ofuscaron y lo hostigaron sistemáticamente, pero Polito mostró una valentía y convicción a prueba de todo.



“Para octubre de 2010, yo trabajaba como asistente de cámara en el noticiero de C5N. El 20 estábamos en el Ministerio de Economía, cubriendo novedades sobre el censo. A las 11 de la mañana, Gabriela –la periodista del equipo- recibe un llamado y nos mandan a otro destino. Nos movilizamos los tres en el auto de Gustavo Farías, el camarógrafo”.



“Gabriela nos dijo que teníamos que ir a la zona de Barracas, que había habido incidentes y que había gente golpeada de una agrupación, pero no sabíamos quiénes eran. Nos adelantaron que había un conflicto entre gente tercerizada y ferroviarios. Nos fuimos para allá rápidamente. No había otros periodistas e íbamos a tener la exclusividad”.



“Cuando llegamos al lugar, nos encontramos con la señora Elsa Rodríguez y otras personas más. Hicimos la nota e intercambiamos números de teléfono para mantener comunicación con la gente”.



“Mientras hacíamos la nota, Mariano Ferreyra estaba al lado mío. En total, serían 50 personas las que había. Estaban golpeados, venían golpeados del lugar donde se produjo una emboscada o algo así, cerca de las vías. No había herido de sangre, pero había gente con machucones en la cara, golpes, palazos…”.



“Yo desconocía el conflicto, no sabía quiénes eran. Había unas banderas rojas, pero no recuerdo la leyenda que tenían. También había banderas de palo corto, de caña. Nada que pudiera dañar. Estaban todos tranquilos, pero nerviosos. Escuché era que iban para el lado de la avenida Vélez Sarsfield y que se iban. Creo que iban para la zona de congreso. Esto habrá sido entre las doce y la una del mediodía”.



“Después de hacer las notas, nos fuimos a tomar imágenes cerca de la esquina. Enfocamos hacia las vías. Todavía no estábamos grabando, pero veíamos a través del display –la pantallita que tiene la cámara- que debajo de las vías había gente con palos, caños… había gente rompiendo baldosas”.



“No conozco la calle donde estábamos nosotros, pero sé que es donde está la empresa Chevallier, porque habíamos estacionado el auto enfrente. En todo momento mirábamos hacia el auto, porque teníamos ahí nomás a esta gente que juntaba piedras. Estarían a 120 metros, difícil que se los alcanzara a ver sin ayuda de la cámara. Serían unas setenta personas. El cascote más chico que cargaban tenía el tamaño de media baldosa”.



“Yo me doy cuenta de que la situación estaba medio pesada. No me gustaba nada. Entonces se me acerca una persona vestida de civil, con un Handy en la mano, y me dice que me tengo que retirar. Vestía camisa blanca, pantalón de jean, zapatos. Mediría 1,75, de tez blanca. No se identificó pero yo escuché la frecuencia policial y me di cuenta de que era de la Federal. O no sé, pero alguien de alguna fuerza de seguridad era”.



“Esta persona se me pone al costado. Nos dice que nos retiremos. Yo le dije que no, que estaba haciendo mi trabajo y que si me retiraba, me iban a sancionar. Le digo ´sacáme si querés, yo no me voy´, y esta persona me contesta: ´yo te lo digo porque te van romper todo, la cámara, todo… Váyanse de acá´. Se fue caminando en diagonal, cruzó de vereda a vereda y se fue hacia los móviles policiales”.



“Había patrulleros y un carro de asalto, un camión azul que se abrió en el momento que viene esta gente desde las vías”.



“Cuando veo que vienen, como enajenados y portando palos, retrocedimos unos pasos. Ahí vinieron a agredirnos, nos rodearon para que apaguemos cámaras, nos decían que no les demos cámara a estos negros de mierda, que nosotros estábamos –politicamente, digamos- con ellos”.



“Yo les pedía por mi hija que no me hagan nada, que estábamos trabajando… Nos rodearon y nos fueron empujando hacia Chevallier. Gabriela estaba un poquito más alejada, porque estaba despidiéndose de la gente a la que le había hecho la nota. Cuando ella ve que nos querían agredir, que nos están diciendo ´apagá la cámara, no mirés, agachá la cabeza´, ella se acerca. Pensó que, siendo mujer y al ver que eran todos hombres, podría mediar. Se puso en el medio para que no nos golpearan, pero también la insultaron a ella. No se frenaron, digamos”.



“Los que nos amenazaban era el grupo que venía al frente. Eran como los jefes del grupo, unas quince personas”. Entre sus agresores, Polito identificó a los imputados Pipitó (“una persona de tez trigueña, de rulos y pelo largo, bajito, de 1,65 más o menos, que tenía una campera o ropa medio azul”), González (“canoso, que tenía un cuello ortopédico”) y Pérez (“una persona alta, mayor, corpulenta, con pelo canoso, que vestía camisa a cuadritos, que estaba constantemente con la mano en la cintura, como queriendo sacar un arma”).



“El de pelo largo se puso detrás mío, por eso no se lo ve en cámara. Me empujaba todo el tiempo, era el más violento de todos. Bajamos la cámara, pero la dejamos prendida. Nos insultaban y nos llevaban hacia Chevallier. La gente de Chevallier no quería dejarnos entrar, porque pensaban que el problema era con nosotros y que les iban a romper los ómnibus”.



“Las agrupaciones estaban como a 80 o 100 metros de nosotros. La última vez que los veo, se estaban retirando, de espaldas de la gente que venía con los palos. Cuando los del Chevallier vieron que la situación estaba muy fea, nos dejaron entrar. Entre que empezaron a amenazarnos y terminó todo, habrán pasado –calculo- unos 8 minutos”.



“Escuchamos detonaciones, piedras, vidrios, alarmas, gritos, llantos… Escuché al menos ocho detonaciones, todas distintas, como si fueran de distintas armas. Primero escuché tres juntas, luego otras dos seguidas y las últimas, que sonaron más fuerte, tres también. Las reconozco porque en mi trabajo escuché tiros muchas veces y sé diferenciarlos de la pirotecnia. La persona de pelo largo se quedó ahí, cerca del portón, vigilando que no saliéramos hasta que sus compañeros terminaran de hacer lo que iban a hacer”. La premeditación con la que actuó la patota surge evidente de este relato.



“Cuando pudimos salir, la gente estaba desesperada. Nunca imaginamos esto. Gritaban ´mataron un pibe, mataron a un pibe´. Se me acerca una señora y yo la abrazo, la contengo. ¿Qué más podía hacer? Abrazarla y ayudarla”, dijo Polito visiblemente emocionado. “Me acerco a la ambulancia y lo veo a Mariano Ferreyra agonizando, pobrecito. Yo lo pedía al de la ambulancia que arranque, que lo lleve. Estaba muy mal, estaba muy blanco. No había manera de revivirlo. También grabamos a los otros heridos. Había una persona que tenía un disparo en la pierna; también estaba Elsa Rodríguez, herida de bala. Creo que se fueron todos en la misma ambulancia”.



“No vi presencia policial en ningún momento. Cuando terminó todo, apareció otra persona, muy mayor, también con un Handy en la mano, que me preguntó qué había pasado, como si se hubiera tratado de, no sé, discúlpeme la expresión, como si se tratar de un cumpleaños de quince”.



“Buscamos vainas en el lugar, pero no encontramos nada. El que trabaja de periodista siempre sabe que quedan vainas servidas, pero no vimos ninguna”.



“Yo ya estaba descompuesto, muy nervioso. Hacía calor, estaba deshidratado, muy nervioso. Estuvimos ahí unos 40 minutos, bajando las imágenes. Todo ese tiempo me quedé tirado en el piso del móvil de exteriores, porque no podía más”.



“Tuve mucho miedo. Hasta el día de hoy inclusive. Estuve muy asustado. Les pedí por mi hija que no me hicieran nada. Yo soy católico, tenía una cruz y me la puse en la boca. Les pedí por favor que no me hiciera nada, que lo único que tiene mi hija es a mí y a su abuela. Fue todo muy feo. Nos decían que nos iban a matar”.



A su turno, las defensas provocaron vergüenza y repulsión. El abogado de Fernández, Alejandro Freeland, ´se interesó´ por si el testigo tenía algún tipo de filiación política. “No, no me interesa la política”. También lo interrogó sobre qué portaban los manifestantes.” Yo no vi ni gomeras ni palos ni gente con la cara tapada. Yo vi gente embarazada, criaturas. Era gente que se estaba manifestando”, le contestó Polito. El interrogatorio se fue tornando cada vez más hostil, delatando una debilidad terrible. Freeland recurrió incluso a información privada sobre el testigo, lo cual solo puede ser entendido como un acto de intimidación. Polito ´le paró el carro´ más de una vez y recurrió al tribunal en cuanto fue necesario, para que hiciera cesar las provocaciones del defensor. Respondió a cada pregunta con firmeza y explicó con lujo de detalles cada imagen de la filmación de C5N. Cuando terminó de declarar, y ya se había retirado, Polito pidió volver al estrado para manifestar que se sentía amenazado. El tribunal anunció que tomaría todas las medidas necesarias para resguardar su seguridad.

Fue un testimonio formidable.

 
La bandera de Mariano



Antes que Polito, en la primera parte de la audiencia, declararon el ex tercerizado Gonzalo Fernández y Carlos del Papa, un elemento de la burocracia.



Fernández relató en forma muy sencilla cómo se desarrollaron los hechos y por qué habían llegado a la instancia de un nuevo corte de vías, luego del realizado en julio de 2010, por la reincorporación de los tercerizados despedidos y el pase a planta permanente. “El 21 de julio habíamos hecho un corte. A raíz de eso, nos dijeron que nos iban a reincorporar pero quedó todo en la nada. Fuimos al ministerio de trabajo y todo. Hicimos audiencias y dijeron que no, que ellos no iban a reincorporar a nadie”.



Luego de la primera agresión que sufrieron, apenas habían cruzado el puente Bosch, la columna se retiró a dos cuadras de las vías y se realizó una asamblea. “Se planteó que no se podía hacer nada y decidimos irnos. Cuando no estábamos retirando, vemos que ellos vienen bajando del terraplén”.



“Llegaron a nosotros quedamos enfrentados a 30 metros de distancia más o menos. Ahí empezaron piedrazos de ellos, piedrazos de nosotros y, en ese momento, vemos que de atrás de un auto sale uno tirando. Viene del lado izquierdo hacia el medio de la calle. Era morrudito, de remera azul. No los conté, pero creo que hizo al menos tres o cuatro tiros”.



“Alrededor de esta persona estaban Sánchez, Pipitó, Uño, González… Estaban todos juntos. Todos los que aparecen en el video. A Uño lo conozco porque es picaboletos, de pasar por la estación. Con Pipitó hemos comido juntos alguna vez”. Luego, identificaría claramente a Uño en fotografías y videos de la causa.



“Cuando se quedaron sin balas, ellos corrieron hacia el terraplén y nosotros corrimos detrás suyo. Llegamos hasta dos patrulleros que estaban atravesados y no pudimos hacer nada. Les dijimos que nos agarraron a los tiros, que esto, que lo otro, pero no nos dieron una solución, ¿me explico? No había policía cuando se nos vinieron. Estábamos nosotros y ellos, nadie más”.



Fernández también afirmó que “no sé quiénes eran los dueños de Confer o Herso, pero la ´cooperativa´ era de la Unión Ferroviaria”, en referencia a Unión del Mercosur.



“¿Llevaban banderas?”, quiso saber Freeland. “Sí, era una bandera que había pintado Mariano. La única bandera que teníamos ese día, era la que hizo Mariano”.



Carlos Del Papa, en cambio, repitió un libreto plagado de mentiras. Dijo haber visto a ´alguien´ del lado de los manifestantes haciendo ´un ademán´ de lo que ´podría haber sido´ un arma; sin embargo, ´no vio´ exactamente qué era porque se dio vuelta inmediatamente, pero dijo haber escuchado en ese momento ´una única detonación´ a sus espaldas. La descripción que brindó de ese fantasmagórico tirador -que nadie más vio- no concuerda con la de ninguno de los manifestantes. Del Papa no se presentó a declarar en los casi dos años que duró la investigación judicial. En las escuchas, además, aparece tramando una eventual declaración con la esposa de Pablo Díaz, el jefe operativo de la patota durante la agresión, con el cual reconoció una relación de amistad. Del Papa –que para octubre de 2010 no ocupaba ningún cargo gremial- fue ´premiado´ por la burocracia, promoviéndolo como sub delegado en el Roca durante las elecciones de agosto del año pasado. Su declaración arrojó todo tipo de dudas, inclusive sobre la veracidad de que se encontrara efectivamente en el lugar y momento de los hechos, debido a la inconsistencia de su relato.



Del Papa dijo que Marcelo Garro, otro patotero, habría sido herido de bala en una mano, algo que nunca fue comprobado por personal médico ni tampoco fue radicada denuncia policial alguna. Es más: culminado el ataque criminal de la patota, uno de los imputados, Daniel González, lo trasladó en automóvil al hospital Argerich, de donde huyeron raudamente antes de ser atendidos. Para más datos, luego del crimen de Mariano, Garro se ausentó de su trabajo por varios días. Al regresar, él mismo desmintió que se tratara de una herida de bala y dijo, en cambio, que lo había alcanzado “un piedrazo”. Varios testigos relataron esto en el estrado.



Sin embargo, en una actitud insólita, el abogado Igounet, el defensor de Guillermo Uño, tomó esa afirmación de Del Papa, la amalgamó con una supuesta declaración periodística de Elisa Carrió que data de varios años atrás, e insistió con un ´pedido de prueba´ desopilante: que fueran allanados los locales del Partido Obrero, en busca de ¡armamento de guerra! El colmo del absurdo es que el señor Marcelo Garro era un testigo presentado por las defensas, del cual desistieron cuando se encontraba a pasos del estrado, hace pocos días.



El planteo de Igounet fue, en todo caso, su último y desesperado intento por colocar a las víctimas en el rol de victimarios. Su pedido no puede prosperar bajo ningún punto de vista. El ´testigo´ Del Papa, eso sí, es ´número puesto´ a la hora de las nuevas imputaciones que se harán en el momento de los alegatos.



El juicio continúa el lunes.



Para comunicarse: potigre@yahoo.com.ar Luis Antón: 1561076227 Martín Silva: 1569464740

miércoles, 7 de noviembre de 2012

MARIANO FERREYRA, DIARIO DEL JUICIO: Día 36

Los agradecidos

Hoy continuaron declarando los testigos ofrecidos por los abogados de Pedraza y la patota.
En realidad, llamarlos ´testigos´ es hacerles una concesión, porque en rigor de verdad, de las cinco personas que pasaron hoy por el estrado, sólo una estuvo presente en el lugar de los hechos. El resto, son empleadas y empleados que no aportaron nada sobre lo que aquí se está juzgando y que tomaron conocimiento de lo ocurrido por los medios. Eso sí, todos tienen algo en común: le deben su puesto de trabajo a la burocracia.
Antes de comenzar el debate, los defensores desistieron de otros cinco testimonios. Entre ellos, del de Héctor Hourcade, jefe de transporte de Ugofe, que estuvo presente sobre las vías del Roca el 20 de octubre de 2010. Las defensas de Pedraza renunciaron a casi todos los ´testigos´ identificados -en videos y fotografías de la causa- por los militantes de Causa Ferroviaria durante sus declaraciones. Una señal de debilidad elocuente.
Por otra parte, Cristian Favale solicitó permiso para visitar a su hermana, que sería operada al día siguiente. Favale acompañó el pedido formulado a través de su abogada con gesticulaciones. La fiscal se opuso y la querella del Cels dio su visto bueno, mientras que la nuestra se declaró prescindente. El tribunal finalmente le denegaría la autorización. La operación no implicaba riesgo de vida, la paciente no lo había autorizado y ni siquiera estaba acreditado el ´vínculo estrecho´ que demanda la ley para estos casos, ya que el imputado nunca fue visitado por su hermana en estos dos años que lleva detenido.

Toretta, el desmemoriado

El primer testimonio de la jornada fue el de Miguel Toretta, voluminoso delegado ´verde´ de los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada. Fue el único de los declarantes que estuvo presente en el lugar de los hechos y el que más tiempo permaneció en el estrado, aunque ello no significa que haya aportado mucho.
La mayoría de las respuestas de Toretta pertenecen al grupo de “no recuerdo/no lo sé”. Fuera de eso, se dedicó a atacar a los tercerizados y a las organizaciones que los acompañaban. No aportó un solo dato sobre el homicidio de Mariano.
Toretta mintió de principio a fin. Arrancó mintiendo: cuando le preguntaron por las generales de la ley, afirmando que no conocía a Favale. ´Súbitamente´, y luego de hablar durante casi dos horas, ´recordó´ que lo conocía del acto de Moyano en River, donde Cristina Fernández fue oradora central, y también que lo vio en Barracas, adonde llegó rodeado de un grupo de personas. La misma situación ya se había producido con otros testigos de la patota. “Usted me preguntó por el señor Favale, y yo lo conocía como Cristián”, le dijo al juez, cuando éste le señaló el ´lapsus´ que había tenido. Parecía una tomada de pelo a todos los presentes en la sala.
El relato de Toretta fue básico. “A eso de las nueve de la mañana, me crucé con Amuchástegui que me dijo que había acto de presencia en Avellaneda, porque gente de partidos políticos (sic) quería cortar las vías. Como delegado, agarré una planilla de personal y recorrí el sector, preguntando quiénes querían ir”. Dijo que del taller salió un grupo de entre 80 y 100 personas, cuyo listado fue entregado a la secretaria administrativa. El objetivo: “mostrar que los ferroviarios no cortamos las vías”, porque “la gente común no entiende y nos agrede”.
Relató que los manifestantes caminaban paralelos a las vías insultándolos, mientras ellos solamente observaban. Lo desmienten los videos, que muestran exactamente lo contrario: la patota insultando a los manifestantes –en particular, a las mujeres- mientras la columna canta “unidad de los trabajadores”. Luego, afirmó que “fueron atacados” por los manifestantes, aunque la patota se encontraba arriba de ellos, sobre un terraplén de cinco metros de altura.
Toretta mencionó que, en el grupo de patoteros, había empleados de la ´cooperativa´ Unión del Mercosur, la tercerizada que explotaban Pedraza y su entorno. El abogado de Pedraza, Froment, extrapoló esa afirmación para introducir cínicamente que “los de Unión del Mercosur estaban con ustedes”. Los obreros de esa ´cooperativa´ pronto tendrán oportunidad de declarar en el juicio y poner en claro las cosas ellos mismos. También ubicó al jefe de seguridad Ugofe en las vías de Avellaneda, que –según dijo- dio su visto bueno a la presencia de Pérez, empleado de su área. Juan Carlos Pérez era portero de los talleres de Escalada. La descripción de uno de los tiradores coincide con su aspecto en el momento de los hechos y fue señalado como uno de los que retiraron las armas del lugar, una vez consumado el ataque. También se lo ve entre los que amenazan al equipo de C5N. Hacía apenas cinco meses que había ingresado al ferrocarril. El 20 de octubre de 2010, solícito como pocos, se presentó en Avellaneda por la mañana, aunque su turno laboral era el de la tarde.
Sobre la agresión final, Toretta dijo que no vio nada. Se limitó a decir que él permaneció arriba de las vías, que los manifestantes estaban a doscientos o trescientos metros, que desde donde se encontraba, no alcanzaba a divisarlos, y que desconoce por qué motivo sus compañeros salieron corriendo tras ellos. Cuando le preguntaron si no tuvo al menos curiosidad por saber lo que pasó, respondió que “los que fueron en la corrida me dijeron que como que se armó griterío y fueron todos corriendo. Corrieron 200 o 300 metros y se encontraron con los del Partido Obrero, encapuchados y con palos. Que cuando llegaron, el grupo avanzó. Se pelearon y luego volvieron. Escucharon disparos -que pensaron que eran bengalas ´tres tiros´- y se volvieron”.
Toretta dijo que fue tercerizado durante casi diez años, entre 1996 y 2006, y que ingresó a planta permanente “gracias a Fernández”. De Pablo Díaz, dijo que “era la cabeza nuestra”.
De las comunicaciones que mantuvo con los imputados el día 20 y posteriores, dijo no recordar cuántas habían sido ni su contenido –aunque tenía, por ejemplo, una docena con Díaz. Y así sucesivamente.
Finalmente, uno de los jueces le preguntó si estaba tomando alguna medicación que pudiera estar afectando su memoria, debido a las reiteradas faltas de recuerdo. El testigo contestó que tomaba medicamentos para la diabetes. Luego, una vez finalizada su declaración, el presidente del tribunal le dijo que se podía retirar, “si recuerda el camino”, atento a la posibilidad de que lo acompañe uno de los secretarios para salir de la sala. Esto motivaría una airada protesta del abogado Fenzel, defensor de Pablo Díaz, que consideró que era un agravio al testigo y dijo que el trato del tribunal era desigual hacia las partes. Acto seguido, y a modo de ¿protesta?, anunció que desistía del resto de sus testigos. “Con esos comentarios, el tribunal está anunciando anticipadamente que el testimonio de Toretta no vale nada”, se quejó Fenzel. Los jueces replicaron con dureza los cuestionamientos a su imparcialidad.
Preguntarle a Toretta por el estado de su memoria no era nada desatinado. En definitiva, respondió “no recuerdo” a la mitad del interrogatorio que se le hizo. La pregunta del juez fue la oportunidad que tuvo para justificarse, y la verdad sea dicha, no la supo aprovechar.
Efectivamente, su testimonio no valió nada.

Los agradecidos

De los siguientes testigos, Fernanda Chiappara y Jorge Valdez admitieron que ingresaron al ferrocarril gracias a Pablo Díaz y reconocieron que mantienen con él una relación de amistad de años. Nicolás Salgado, por su parte, comenzó a trabajar en el ferrocarril en el 2008, cuando el sindicato ya monopolizaba todos los ingresos de personal.
A Fernanda Chiappara, el abogado de Guillermo Uño le consultó cuál era el concepto que tenía sobre su cliente. “Un hombre de bien, nunca tuvo problemas que yo sepa. Además, es una persona agradecida”. “¿Agradecida con quién?”, se le preguntó del lado de las querellas. “No se. Supongo que conocía a algún supervisor. Yo ingresé porque lo conocía a Pablo Díaz y estaba sin trabajo. Le pedí trabajo y me lo consiguió”.
De este grupo de testigos, ninguno estuvo en el lugar de los hechos. Todos ellos se enteraron por los medios de lo que había ocurrido y no tenían nada que aportar en relación al homicidio de Mariano y demás personas heridas. Los defensores los llevaron al estrado para que ´relaten´ episodios de ´violencia´ sufridos a raíz de la interrupción del servicio. Lo que hicieron los testigos fue una amalgama de hechos distintos. Así, amontonaron la rebelión de usuarios en Constitución que selló la salida de Sergio Tasselli de la administración del Roca, con los bloqueos de boleterías –que no entrañan la suspensión del servicio- y algún corte de vías, cuyos motivos y protagonistas no pudieron precisar en ningún caso.
La estrategia elegida por las defensas se coloca claramente en el terreno de la justificación de la agresión. Su encubrimiento sobre los autores de los disparos es, por lo menos, alevoso. Necesitan la impunidad de los autores materiales del crimen de Mariano, para salvar a sus mandamases, Pedraza y Fernández. Arrastraron al juicio a los pocos testigos que pudieron recabar para hablar a favor de los imputados, y desistieron de los que más comprometidos estuvieron con los hechos.
El contraste entre las declaraciones de las víctimas–los obreros tercerizados, los compañeros de Mariano, los militantes del Partido Obrero y las demás agrupaciones que sufrieron la emboscada criminal- junto a las de los testigos ´imparciales´ del ataque, comparadas con las de los testigos de los defensores, es sencillamente monumental.
En definitiva, los abogados defensores se quejan de algo que no tienen ni podrán tener: alguien que se siente ahí -delante del tribunal, de los imputados, de los abogados, del público, de los familiares de Mariano y de los periodistas presentes en la sala- y diga sencillamente la verdad.

El jueves declaran Gabriela Carchak y sus compañeros de trabajo. Será, sin lugar a dudas, una bocanada de aire fresco, luego de estas últimas audiencias.


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lunes, 5 de noviembre de 2012

MARIANO FERREYRA, DIARIO DEL JUICIO: Día 35


Las defensas, a los tumbos

Hoy declararon nuevos testigos de las defensas. Se trata, en todos los casos, de personas que no declararon durante la instrucción de la causa y que recién lo hacen ahora.
Los abogados defensores de Pedraza y su patota desistieron de muchos de los testimonios que habían propuesto –especialmente, de aquellos ´testigos´ que fueron señalados o mencionados reiteradamente en otros testimonios por su participación en el ataque o en sus preparativos.
En resumidas cuentas, mantuvieron la convocatoria de apenas un puñado. Son testigos ´preparados´ por los abogados defensores, que suben al estrado a mentir para encubrir a la patota. Son delegados de la lista Verde de José Pedraza o empleados que les deben favores a la burocracia.
En todos los casos, se repite la misma mecánica: mientras preguntan los defensores, se atienen a un guión pre armado. Cuando les toca interrogar a los acusadores, sus relatos se deshilachan, hasta alcanzar ribetes delirantes. Son testimonios inverosímiles, inconsistentes, reiterativos, sobreactuados.
Hay latiguillos constantes: ´fuimos a hacer acto de presencia´, ´la concurrencia era voluntaria´, ´yo estaba en la parte de atrás del grupo, así que mucho no pude ver´, ´parecía que iban a volver´, ´corrí hacia ellos porque los demás corrieron´, ´corrí sólo unos metros porque tengo problemas respiratorios´ (varios casos), ´escuché detonaciones pero no vi armas de fuego´, ´me enteré después que hubo un muerto pero no lo comenté con nadie´, etc. Cuando interrogamos los acusadores, comienzan para ellos los problemas: contradicciones, reticencias, baches, vacilaciones, súbitos ataques de amnesia…
En esta audiencia, por caso, declararon cinco integrantes de la patota ferroviaria (Ricardo Arias Mariano Maroco, Marcelo Suárez, Jorge Dotto, y Jorge Krazcowski), la empleada de Ferrobaires Verónica Del Anna y la ex funcionaria de la subsecretaría de Transporte Ferroviario, Graciela Cavazza.
El primero en declarar fue Arias, del sector pinturería de los talleres de Escalada. De entrada, le atribuyó la conformación del grupo que salió del taller a Aldo Amuchástegui, testigo de la víspera, que había declarado que no tuvo nada que ver con el reclutamiento de la patota. No tuvo mejor ocurrencia que agregar que “teníamos todas las garantías de que íbamos a salir sin problemas de nada. En la puerta estaba Walter, que es de recursos humanos. Él fue con nosotros. Vi a uno de los jefes de la empresa también”. Se le preguntó luego a qué clase de ´garantías´ se refería: “a que nadie de los tercerizados o del PO nos iba agredir”, balbuceó.
Arias es uno de los tantos que comenzó a correr hacia los manifestantes sin un motivo que pudiera explicar sensatamente, y dijo que se detuvo antes de llegar a ellos porque sufre de “problemas respiratorios”. Aseguró que no vio personas que no fueran ferroviarios en su grupo. Más tarde, se le exhibirían en la audiencia imágenes de C5N, en las que aparece al frente de la patota, al lado de Cristian Favale. Pero eso ocurrió al final de su declaración, cuando ya no quedaba nada de ella que pudiera ser tomado en serio.
Arias dijo haber escuchado “cinco o seis detonaciones”, pero que no vio a ningún tirador. Al principio de su declaración, afirmó que no recordaba “haber visto a Pablo Díaz en la corrida, pero sé que él se cayó y que los muchachos del PO lo agredieron. Vi eso”. Más tarde, se rectificaría para ´aclarar´ que no vio la supuesta agresión a Díaz sino que se trató de algo que le ´comentaron´. Como el testigo, en el estrado, hizo suya la consigna de la burocracia de que ´los ferroviarios no cortamos las vías´, le preguntaron si los tercerizados no  eran ferroviarios… “Son trabajadores”, contestó. “¿Pero son trabajadores ferroviarios?”, hubo que repreguntarle. “Son tercerizados”, insistió.
Le preguntaron si en el grupo ´voluntario´ de ferroviarios que se concentró en Avellaneda para ´hacer acto de presencia´ había mujeres. Contestó que no. Eso le interesó a uno de los jueces, que le preguntó si en el ferrocarril trabajan mujeres. “Son muchas las empleadas”, contestó el testigo. “¿Y cuántas mujeres había impidiendo en el corte de vías?”. “No había”. “¿No era que iba el que quería? ¿Por qué no había mujeres?”, insistió el juez. “La convocatoria no era para mujeres”, respondió el hombre de los problemas respiratorios.
Tras su declaración, el defensor del subcomisario Garay –responsable por los policías de la comisaría 30 que se encontraban en el lugar del hecho- pidió que se lo imputara por falso testimonio, porque afirmó los patrulleros que se encontraban en el lugar se abrieron cuando iniciaron la corrida –probablemente, lo único estrictamente cierto que dijo en toda su declaración. Sería la primera vez, en 35 audiencias que lleva el juicio, que se quiebra la defensa coordinada de patoteros y policías.
La siguiente testigo fue Verónica Del Anna, empleada de Ferrobaires. Apenas subió al estrado, le guiñó el ojo a Gustavo Alcorcel, uno de los detenidos, cosa que se le hizo notar al tribunal. Durante su brevísima declaración, reveló que a Pablo Díaz se lo encontraba habitualmente en el entrepiso de Constitución, donde están las oficinas del sindicato, y que después del crimen de Mariano, Díaz no volvió a aparecer por allí. También negó haber hablado con Alfonso Severo desde su violenta desvinculación de la empresa, en 2009. Severo había dicho que ella le informó sobre una reunión en el Museo Ferroviario de Avellaneda, conectada con el crimen de Mariano.
Luego fue el turno de Graciela Cavazza, asesora legal de la subsecretaría de Transporte Ferroviario entre 2002 y 2011. Una de las notas del ´comité de crisis´ que conformó Ugofe el día previo por el eventual corte de vías, estaba dirigida a ella. Cavazza se deslindó de cualquier responsabilidad y las trasladó a sus superiores, Juan Pablo Schiavi y Antonio Luna. Se definió a sí misma como “una empleada técnica”.
El 20 de octubre se comunicó varias veces con “El Gallego” Fernández a pedido de Schiavi, para verificar “si estaban dadas las condiciones para la prestación del servicio”. En todos los casos, dijo, lo atendió Fernández –la coartada de éste, para disimular la constante comunicación que mantuvo el 20 de octubre con Díaz y otros miembros de la patota, era que su secretaria atendía su teléfono. Cavazza participaba de las reuniones en el Ministerio de Trabajo cuando se discutían las paritarias ferroviarias. Afirmó que no tenía conocimiento de conflictos en las tercerizadas, ya que “cada empresa se manejaba con el personal de acuerdo a su marco normativo”.
El siguiente testigo, Jorge Aguirre, era un tercerizado de Unión del Mercosur, la ´cooperativa´ que explotaban Pedraza y los suyos. Aguirre no estuvo en el lugar de los hechos el 20 de octubre. Era puntero de un concejal de Almirante Brown hasta que ingresó a la ´cooperativa´ recomendado por  Juan Carlos Fernández. Contó alegremente que, luego de contactar al “Gallego”, “a la semana me llamaron de la cooperativa. Fui a la oficina de la calle San José y me tomó la entrevista Juan Carlos Cabrol. Me explicó qué era cooperativa y me dijo que no me hiciera esperanzas de que en algún momento fuese a pasar a planta permanente”. Aguirre vino a declarar para favorecer a Pablo Díaz, pero terminó dejando malparados Pedraza y su banda. Explicó que los ´socios´ de la ´cooperativa´ eran monotributistas, que el recibo de sueldo se lo firmaba la cuñada de Pedraza y que, al menos durante tres años, no participaron del reparto de supuestas ganancias; también dijo que en el obrador donde trabajaban no tenían baño ni duchas, y que entonces tomó contacto con Pablo Díaz porque “no podíamos seguir como animales”. Sin el menor empacho, relató que Díaz les consiguió baños químicos, y que presentaron un reclamo salarial. Entonces, “a los 3 días, apareció una camioneta Hillux gris que no recuerdo de quién era y nos entregó un sobre con dinero a los diecisiete trabajadores de la cuadrilla”. Dijo que Pablo Díaz lo nombró (sic) ´referente´ de su sector (“delegados es dentro de la empresa y nosotros éramos monotributistas”) y que no acudía a las reuniones y medidas del resto de los tercerizados “por temor a perder el trabajo”, pero reconoció que otros trabajadores de la ´cooperativa´ sí participaban.
El de Marcelo Suárez, empleado de los talleres de Escalada, también fue otro testimonio. Dijo que lo convocó Pablo Díaz “para ir a Avellaneda a hacer acto de presencia y evitar corte de vías”. Es otro que “iba más atrás” y no vio nada. Está claramente identificado en las fotografías posteriores al ataque junto a Díaz, Pipitó y otros imputados, caminando sobre las vías.
Mariano Maroco –otro empleado más de los talleres de Escalada- brindó el relato más delirante de la audiencia. Sentado rígido en el estrado, con la vista fija en un punto perdido, titubeó durante toda su declaración. Dijo que “no pasó nada hasta que pasó lo que todos sabemos”, pero no pudo explicar a qué se refiere con eso de “lo que todos sabemos”.
“Cuando habíamos bajado de las vías, se ve que un grupo se amontonaba a dos cuadras, venía hacia nosotros y la multitud se fue hacia ellos. No escuché una orden de ir hacia allá, yo vi que iban y fui. Venían mujeres y chicos corriendo hacia nosotros y, de repente, se abren y había tres barreras de hombres con piedras, bulones y palos que nos querían matar. Me escondí atrás de tacho con cemento de 200 litros. Luego, cuando pude, salí y volví a las vías y a casa”.
“¿Para que corrió usted hacia adelante?”, le preguntaron. “Es una buena pregunta. No sé”. Luego intentó corregirse, diciendo que la idea era “correrlos para que se vayan”.
“¿Ustedes corrieron con piedras hacia ese grupo?”. “Sí”, reconoció Maroco. “¿Sabe para qué querían usar las piedras?”. “No”, respondió. Lo único cierto que dijo fue que cuando la patota se retiraba, los patrulleros de la comisaría 30 se cerraron detrás de ellos para protegerlos.
Los últimos testimonios fueron los del delegado Jorge Dotta y el del ex delegado y ahora jubilado, Jorge Krazcowski.
Dotta fue y volvió a Avellaneda desde Claypole en automóvil, junto a Gustavo Amarilla y el imputado Guillermo Uño. No vio nada, no escuchó nada, se enteró que había un muerto cuando regresaba en el auto de Amarilla porque lo llamaron su madre y su esposa pero, según afirmó, no comentaron entre ellos nada de lo sucedido. Habló tres veces por teléfono con Pablo Díaz, en diferentes horarios, pero recordaba solamente una de esas llamadas…
Krazcowski –último testigo de la jornada- intentó describir a un Pablo Díaz conciliador, pero no pudo evitar señalarlo como “el referente” del grupo, por una cuestión “de jerarquía”, algo que lógicamente también vale para Pedraza. Cuando le preguntaron si había verticalidad, contestó que “siempre alguien tiene que conducir”.  Dijo que “como se sabía que iba a haber corte, fuimos a impedirlo”.
-          ¿La dirigencia de la UF qué opinión tenía?
-          Bueno, los de comisión de reclamos sabían…
-          ¿Pero estaban de acuerdo con prevenir corte?
-          Supongo que sí.
Krascowski también dijo que “todas las veces que salíamos, se hacían listados y la empresa nunca nos lo impedía”, y reconoció que “los del PO se estaban retirando” cuando la patota corre hacia ellos.
El veterano ex delegado negó que los tercerizados fueran ferroviarios, contradiciendo la estúpida versión de las defensas acerca de las gestiones del sindicato por su pase a planta. Para ilustrar que ellos –los de la Unión Ferroviaria- querían terminar con los cortes “porque los pasajeros se la agarraban con nuestros compañeros”, citó el caso del bloqueo de boleterías en Constitución del 6 de septiembre de 2010 que la patota impidió; pero tuvo que admitir que cuando hay bloqueo de boleterías, no se interrumpe el servicio. Esto alcanza para dejar en claro que su objetivo era quebrar la lucha de los tercerizados por medio del terror, algo que llevarían a extremos homicidas el 20 de octubre.
Por último, después de negar todo conocimiento sobre Favale, dijo que lo había visto en Constitución, justamente en aquella oportunidad del bloqueo a las boleterías.
¿Por qué recordaría la cara de alguien que no conocía? Fue incapaz de dar una respuesta coherente. Reculó hasta admitir que lo conocía también del acto que convocó Moyano en River, en el cual Cristina Fernández fue oradora central.
Favale dejó demasiadas huellas de su pertenencia a la patota, bastante antes de su participación en la emboscada criminal del 20 de octubre de 2010…
Ninguno de los testigos hizo referencia al apriete que sufrieron los periodistas de C5N. Esos trabajadores de prensa declararán el próximo jueves 8 de noviembre. Seguramente van a tener muchas cosas para decir.
El lunes, la sala estará ocupada por una audiencia preliminar del segundo juicio por los crímenes cometidos en la ESMA bajo la dictadura.  El juicio a José Pedraza y su banda de matones y policías continuará el martes.

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MARIANO FERREYRA, DIARIO DEL JUICIO: Día 34


Falsos testimonios

En esta fase del juicio, están declarando los testigos de la patota. Algunos, porque los abogados defensores desistieron de varios de ellos, especialmente de delegados que podían llegar a terminar comprometidos judicialmente.
Hoy, por caso, la defensora de Favale terminó de desistir de la convocatoria a Alberto Carnovale, delegado del Roca y miembro de la comisión directiva de la seccional sud de la Unión Ferroviaria. También desistieron del testimonio de Marcelo Garro, otro de los patoteros reclutados en los talleres de Escalada. Durante el ataque a los tercerizados, Garro fue herido en una mano. Daniel González lo trasladó al hospital Argerich, pero huyeron de allí antes de ser atendidos. ´Off the record´, circula la versión de que Garro se hirió a sí mismo accidentalmente, al intentar disparar una ´tumbera´. Luego del crimen de Mariano, se ausentó por varios días de su trabajo. En el taller, corrieron la versión que fue herido de bala , pero el mismo se encargo de “aclarar “que su herida era por una piedra. De hecho, hoy mismo, el delegado Aldo Amuchástegui lo mencionó delante del tribunal, y no fue la primera vez que se lo nombra en la sala. Sin embargo, las defensas desistieron de su testimonio. En forma casi desesperada además, porque Garro ya se encontraba en la sala de espera para subir al estrado. En resumen, no pudimos conocer ´su´ verdad de lo que le ocurrió.
Los patoteros que sí se presentaron hoy a declarar, fracasaron rotundamente en el intento por armar un relato al menos coherente del supuesto “enfrentamiento”.
El primero en subir al estrado fue Ricardo Del´Orto. Trabaja en los talleres de Escalada. Dijo que el 20 de octubre de 2010 empezó como un día normal, hasta que a media mañana uno de los delegados dijo que concentrarían en Avellaneda “para hacer acto de presencia para que no corten las vías”. Dijo que la concurrencia fue “voluntaria” y que estaba sobreentendido que no recibirían sanciones, ya que cada vez que el sindicato hacía una convocatoria, podían retirarse sin problema en horario de trabajo.  Del´Orto señaló a Pablo Díaz como “el que estaba a cargo” y nombró a Toretta y Amuchástegui como dos de los delegados que transmitían sus órdenes. Mencionó la llegada del grupo de Favale sin aportar detalles, y dijo que bajaron de las vías para correr a los manifestantes “para que se fueran”. “Estaban a más de doscientos metros nuestro y desplegaron una bandera que nos tapaba la visual. Algunos empezaron a decir ´vamos, que van a volver´, y yo corrí con ellos. Cuando nos estábamos acercando, escuché las detonaciones y corrí para el otro lado. Decían que nos estaban tirando con armas de fuego. Yo no vi armas”. A medida que avanzó el interrogatorio, ´recordó´ algunos detalles: por ejemplo, que avanzaron hacia los manifestantes tirándoles piedras. Admitió saber -por rumores- que, en los talleres, pegaron un cartel que rezaba ´Juan Molina buchón arrepentido´ -algo que denunció Germán Sandri, de Causa Ferroviaria, en la audiencia pasada- y dijo desconocer cuál era la posición de la Unión Ferroviaria frente a los reclamos de los tercerizados. Por último, afirmó que la policía no hizo nada por detener a nadie y que se enteraron que había un muerto cuando estaban aún en las vías, en la zona de Barracas.
El siguiente testigo, Juan Brandan, es un señalero cuyo puesto fijo se encuentra a algunos metros de la estación Avellaneda. Empezó diciendo que vio pasar “a gente del Polo Obrero, que iba sacando fotos, filmando y agrediendo a la gente” (¿?). Se sumó a la patota porque “vi personas en las vías, me acerqué y eran mis compañeros de trabajo”. “Había sido una semana complicada porque ya habían habido dos cortes que hicieron Quebracho y el Partido Obrero” dijo, pero esos cortes solamente existieron en su imaginación. Brandan no pudo hilvanar un relato coherente, los interrogatorios fueron infructuosos y nadie quiso hacerle demasiadas preguntas más.
Luego fue el turno de Ricardo Almada, otro trabajador del taller. Se esforzó en destacar el carácter ´voluntario´ de la concurrencia a Avellaneda, al punto de afirmar que “nadie convocaba, era ´vox populi´ que íbamos a ir a hacer acto de presencia porque ciertas personas (sic) iban a intentar cortar las vías”. Ningún vox populi: los delegados recorrían los sectores, lista en mano, reclutando uno por uno. Entregaron una lista a la secretaria administrativa del taller, con nombre, apellido y número de legajo de los que concurrirían. El título era más que elocuente: “personal que se retira por corte de vías en Avellaneda”. Esa lista llegó a media mañana a los despachos de los gerentes de recursos humanos de Ugofe –además, al menos media docena de jefes de la empresa se encontraban físicamente presentes en Avellaneda, junto a la patota.
Almada vertió un confuso relato sobre el ataque a los manifestantes (respecto de la agresión final, los testigos de la patota varían su versión entre que los tercerizados y militantes “volvían”, “se reagrupaban”, “se movían”, “no los podíamos ver”: ninguno se atrevió a decir con claridad que regresaban hacia las vías, donde se encontraban ellos, porque saben que eso sonaría definitivamente ridículo). Su testimonio terminó completamente desacreditado: ingresó a Ugofe en 2007, como guardabarrera; dos años después, fue trasladado al taller. Negó que la Unión Ferroviaria tuviera injerencia en la promoción de categorías, pero su ascenso había sido solicitado directamente por Juan Carlos Fernández. Se le exhibió al testigo la lista, donde figura con nombre, apellido y número de legajo, y que fue hallada en una carpeta de Fernández durante uno de los allanamientos. Ricardo ´Vox Populi´ Almada debía favores a la burocracia y terminó participando -con o sin conocimiento previo- de un ataque criminal ordenado por ella.
Finalmente, declaró Aldo Amuchástegui, supervisor y, a la vez, delegado en los talleres de Escalada. Comenzó declarando con impostado aplomo, pero terminó sufriendo cuando fue puesto en evidencia como un mentiroso.
En los días posteriores al crimen de Mariano, lo vieron desesperado. Estaba convencido de que caería detenido junto a sus ´compañeros´. Amuchástegui fue quien entregó la lista de los empleados que saldrían del taller para sumarse a la patota. Además, participó del apriete a los periodistas de C5N y era uno de los que impartían directivas al resto de la patota.
Al día siguiente al crimen de Mariano, realizó una ´asamblea´ en el comedor del taller para intentar sellar un pacto de silencio. En resumidas cuentas, jugó un rol protagónico en el ataque criminal.
Durante la primera parte de su declaración -mientras lo interrogaban los abogados defensores de Pedraza y la patota- mintió hasta el hartazgo. Cuando comenzaron a interrogar la fiscalía y las querellas, sencillamente se hundió.
Dijo que el 20 de octubre de 2010 era un día normal, que entró al taller a las seis y media de la mañana, comenzó a realizar su trabajo y que a eso de las nueve horas, se comunicó con Pablo Díaz, que le comenta que en Avellaneda habría un corte de vías. “Si hay que ir para allá, yo voy. No era nada de otro mundo, si hay que salir a un acto, a un asado, a un acto del gobierno, yo voy”, apuntó el testigo. Dijo que salieron más de cien personas del taller. Entre 90 y 120. “Hay que consultar a la empresa si se puede salir o no, al jefe de taller o al delegado. Yo hablé con los delegados y después se encargaron ellos. Yo sólo pregunté si se podía salir. Los que estaban anotados tomaron el tren, fue una salida totalmente voluntaria…”. Como señalamos más arriba, está claramente acreditado en el juicio cuál fue la función concreta del testigo en esta “salida voluntaria”.
Describió a los manifestantes portando “pancartas, banderas naranjas y rojas del Partido Obrero, con caras tapadas y palos”; y a Pablo Díaz, afirmando cosas como “no entremos en ningún quilombo, para eso está la policía, lo nuestro es hacer acto de presencia”. “Él siempre estaba preocupado por la situación de los tercerizados”, mintió Amuchástegui -sin mostrar ningún pudor- sobre el rol jugado por Pablo Díaz, jefe de la patota en el terreno de los hechos.
De la primera agresión, sencillamente dijo “nosotros no agredimos para nada”. Afirmó que cuando se instalaron sobre el puente ferroviario que cruza la calle Luján, los manifestantes –que, según dijo, ya se encontraban a doscientos metros- les seguían tirando piedras (¡!). Se le exhibieron los videos, para que señalara cuál fue el momento en el que los manifestantes les arrojaban esas piedras. Como tal cosa era puro invento, balbuceó y no tuvo mejor ocurrencia que atacar a los periodistas de C5N.
“Los periodistas que estaban ahí no las filmaron”. “Nosotros les decíamos que filmaran todo, que hicieran su trabajo”. “Tenían mala onda”. “No vi que nadie los tocara o amenazara”. “Parece ser que como que se ha vendido hasta ahora que los malos de la película somos nosotros”. En los videos, el audio es concluyente: “bajá la cámara”, amenazan a los periodistas. “No filmés o te vamos a romper todo”. Como se vio en la sala, en las imágenes Amuchástegui aparece junto a uno de los imputados, Juan Carlos Pérez, quien hace el ademán de acomodarse un arma que lleva en la cintura.
Dijo que la decisión de avanzar hacia los manifestantes fue ´general´, porque éstos habían desenrrollado una bandera, habían formado un cordón “y se movían”. Cuando se le pidieron precisiones, se produjo el siguiente diálogo en la audiencia, que vale como muestra de lo que fue su interrogatorio:
-¿Usted los vio venir a los manifestantes?
-Yo, estemmmm… lo que le puedo decir es que los vi moverse una vez que armaron el cordoncito ese de punta a punta…
-Pero la pregunta es si cuando escucha que dicen “vienen, vienen”, usted los vio venir…
-Voy a ser concreto… (larga pausa)… estoy tratando de recordar… Para mi ver (sic), yo los vi moverse. Nada más. No que corrían o nada por el estilo. Yo los veo que ellos están agitados y moviéndose. La verdad que no le puedo precisar.
Interviene uno de los jueces:
-¿No lo recuerda?
-No le podría precisar… ellos se mueven, no sé cómo explicarlo… Hacia nosotros no se acercaron, todo lo contrario…
Uno de los defensores le preguntó si supo de gente herida del lado de la Unión Ferroviaria. “Marcelo Garro tenía en una de las manos, según decían algunos, un perdigón, como que le había pegado con algo, con la coyuntura de una escopeta”, dijo Amuchástegui. Los defensores acababan de desistir del testimonio del ´herido´.
Dijo que no conocía a Favale, pero terminó reconociendo que lo conocía del acto de Moyano y Cristina en River, de la patoteada contra los tercerizados que se produjo en el mes de septiembre de 2010 en el hall de Constitución y… de Barracas el 20 de octubre.
Para finalizar, se le preguntó si había hablado con Fernández con posterioridad a los hechos. Lo negó. Entonces se le leyó la transcripción de una de las escuchas, en la que dialoga con “El Gallego” Fernández. Amuchástegui estaba preocupado. Estaba convencido de que lo detendrían junto a Daniel González por las amenazas a los periodistas de C5N, y no lograba comunicarse con el abogado de la UF, Juan Araya (actualmente, directivo de la empresa estatal Sof S.E.). Amuchástegui le dice a Fernández –entre muchas otras cosas- que se va a presentar a “hacer la declaración que vos me dijiste”. “Vos hacé todo lo que te digan los abogados”, le contesta Fernández, “para que no te hagan pisar”.
“¿Todo eso hablé yo?”, le preguntó demudado el testigo a la fiscal. “No recuerdo esa conversación, ¿está seguro que es mi teléfono”, dijo.
Sí, Amuchástegui. Esa escucha judicial es parte de la prueba reunida durante la investigación del homicidio de Mariano Ferreyra y de otras tres tentativas de homicidio.
Estos testigos son “de lo mejorcito” que tienen los defensores. Así les va.
Más que nunca: perpetua a Pedraza, castigo a todos los culpables.
El juicio continúa el jueves.

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MARCHA POR EL JUCIO Y CASTIGO A LOS ASESINOS DE MARIANO FERREYRA