Los agradecidos
Hoy continuaron declarando los testigos ofrecidos por los abogados de Pedraza y la patota.
En realidad, llamarlos ´testigos´ es hacerles una concesión, porque en rigor de verdad, de las cinco personas que pasaron hoy por el estrado, sólo una estuvo presente en el lugar de los hechos. El resto, son empleadas y empleados que no aportaron nada sobre lo que aquí se está juzgando y que tomaron conocimiento de lo ocurrido por los medios. Eso sí, todos tienen algo en común: le deben su puesto de trabajo a la burocracia.
Antes de comenzar el debate, los defensores desistieron de otros cinco testimonios. Entre ellos, del de Héctor Hourcade, jefe de transporte de Ugofe, que estuvo presente sobre las vías del Roca el 20 de octubre de 2010. Las defensas de Pedraza renunciaron a casi todos los ´testigos´ identificados -en videos y fotografías de la causa- por los militantes de Causa Ferroviaria durante sus declaraciones. Una señal de debilidad elocuente.
Por otra parte, Cristian Favale solicitó permiso para visitar a su hermana, que sería operada al día siguiente. Favale acompañó el pedido formulado a través de su abogada con gesticulaciones. La fiscal se opuso y la querella del Cels dio su visto bueno, mientras que la nuestra se declaró prescindente. El tribunal finalmente le denegaría la autorización. La operación no implicaba riesgo de vida, la paciente no lo había autorizado y ni siquiera estaba acreditado el ´vínculo estrecho´ que demanda la ley para estos casos, ya que el imputado nunca fue visitado por su hermana en estos dos años que lleva detenido.
Toretta, el desmemoriado
El primer testimonio de la jornada fue el de Miguel Toretta, voluminoso delegado ´verde´ de los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada. Fue el único de los declarantes que estuvo presente en el lugar de los hechos y el que más tiempo permaneció en el estrado, aunque ello no significa que haya aportado mucho.
La mayoría de las respuestas de Toretta pertenecen al grupo de “no recuerdo/no lo sé”. Fuera de eso, se dedicó a atacar a los tercerizados y a las organizaciones que los acompañaban. No aportó un solo dato sobre el homicidio de Mariano.
Toretta mintió de principio a fin. Arrancó mintiendo: cuando le preguntaron por las generales de la ley, afirmando que no conocía a Favale. ´Súbitamente´, y luego de hablar durante casi dos horas, ´recordó´ que lo conocía del acto de Moyano en River, donde Cristina Fernández fue oradora central, y también que lo vio en Barracas, adonde llegó rodeado de un grupo de personas. La misma situación ya se había producido con otros testigos de la patota. “Usted me preguntó por el señor Favale, y yo lo conocía como Cristián”, le dijo al juez, cuando éste le señaló el ´lapsus´ que había tenido. Parecía una tomada de pelo a todos los presentes en la sala.
El relato de Toretta fue básico. “A eso de las nueve de la mañana, me crucé con Amuchástegui que me dijo que había acto de presencia en Avellaneda, porque gente de partidos políticos (sic) quería cortar las vías. Como delegado, agarré una planilla de personal y recorrí el sector, preguntando quiénes querían ir”. Dijo que del taller salió un grupo de entre 80 y 100 personas, cuyo listado fue entregado a la secretaria administrativa. El objetivo: “mostrar que los ferroviarios no cortamos las vías”, porque “la gente común no entiende y nos agrede”.
Relató que los manifestantes caminaban paralelos a las vías insultándolos, mientras ellos solamente observaban. Lo desmienten los videos, que muestran exactamente lo contrario: la patota insultando a los manifestantes –en particular, a las mujeres- mientras la columna canta “unidad de los trabajadores”. Luego, afirmó que “fueron atacados” por los manifestantes, aunque la patota se encontraba arriba de ellos, sobre un terraplén de cinco metros de altura.
Toretta mencionó que, en el grupo de patoteros, había empleados de la ´cooperativa´ Unión del Mercosur, la tercerizada que explotaban Pedraza y su entorno. El abogado de Pedraza, Froment, extrapoló esa afirmación para introducir cínicamente que “los de Unión del Mercosur estaban con ustedes”. Los obreros de esa ´cooperativa´ pronto tendrán oportunidad de declarar en el juicio y poner en claro las cosas ellos mismos. También ubicó al jefe de seguridad Ugofe en las vías de Avellaneda, que –según dijo- dio su visto bueno a la presencia de Pérez, empleado de su área. Juan Carlos Pérez era portero de los talleres de Escalada. La descripción de uno de los tiradores coincide con su aspecto en el momento de los hechos y fue señalado como uno de los que retiraron las armas del lugar, una vez consumado el ataque. También se lo ve entre los que amenazan al equipo de C5N. Hacía apenas cinco meses que había ingresado al ferrocarril. El 20 de octubre de 2010, solícito como pocos, se presentó en Avellaneda por la mañana, aunque su turno laboral era el de la tarde.
Sobre la agresión final, Toretta dijo que no vio nada. Se limitó a decir que él permaneció arriba de las vías, que los manifestantes estaban a doscientos o trescientos metros, que desde donde se encontraba, no alcanzaba a divisarlos, y que desconoce por qué motivo sus compañeros salieron corriendo tras ellos. Cuando le preguntaron si no tuvo al menos curiosidad por saber lo que pasó, respondió que “los que fueron en la corrida me dijeron que como que se armó griterío y fueron todos corriendo. Corrieron 200 o 300 metros y se encontraron con los del Partido Obrero, encapuchados y con palos. Que cuando llegaron, el grupo avanzó. Se pelearon y luego volvieron. Escucharon disparos -que pensaron que eran bengalas ´tres tiros´- y se volvieron”.
Toretta dijo que fue tercerizado durante casi diez años, entre 1996 y 2006, y que ingresó a planta permanente “gracias a Fernández”. De Pablo Díaz, dijo que “era la cabeza nuestra”.
De las comunicaciones que mantuvo con los imputados el día 20 y posteriores, dijo no recordar cuántas habían sido ni su contenido –aunque tenía, por ejemplo, una docena con Díaz. Y así sucesivamente.
Finalmente, uno de los jueces le preguntó si estaba tomando alguna medicación que pudiera estar afectando su memoria, debido a las reiteradas faltas de recuerdo. El testigo contestó que tomaba medicamentos para la diabetes. Luego, una vez finalizada su declaración, el presidente del tribunal le dijo que se podía retirar, “si recuerda el camino”, atento a la posibilidad de que lo acompañe uno de los secretarios para salir de la sala. Esto motivaría una airada protesta del abogado Fenzel, defensor de Pablo Díaz, que consideró que era un agravio al testigo y dijo que el trato del tribunal era desigual hacia las partes. Acto seguido, y a modo de ¿protesta?, anunció que desistía del resto de sus testigos. “Con esos comentarios, el tribunal está anunciando anticipadamente que el testimonio de Toretta no vale nada”, se quejó Fenzel. Los jueces replicaron con dureza los cuestionamientos a su imparcialidad.
Preguntarle a Toretta por el estado de su memoria no era nada desatinado. En definitiva, respondió “no recuerdo” a la mitad del interrogatorio que se le hizo. La pregunta del juez fue la oportunidad que tuvo para justificarse, y la verdad sea dicha, no la supo aprovechar.
Efectivamente, su testimonio no valió nada.
Los agradecidos
De los siguientes testigos, Fernanda Chiappara y Jorge Valdez admitieron que ingresaron al ferrocarril gracias a Pablo Díaz y reconocieron que mantienen con él una relación de amistad de años. Nicolás Salgado, por su parte, comenzó a trabajar en el ferrocarril en el 2008, cuando el sindicato ya monopolizaba todos los ingresos de personal.
A Fernanda Chiappara, el abogado de Guillermo Uño le consultó cuál era el concepto que tenía sobre su cliente. “Un hombre de bien, nunca tuvo problemas que yo sepa. Además, es una persona agradecida”. “¿Agradecida con quién?”, se le preguntó del lado de las querellas. “No se. Supongo que conocía a algún supervisor. Yo ingresé porque lo conocía a Pablo Díaz y estaba sin trabajo. Le pedí trabajo y me lo consiguió”.
De este grupo de testigos, ninguno estuvo en el lugar de los hechos. Todos ellos se enteraron por los medios de lo que había ocurrido y no tenían nada que aportar en relación al homicidio de Mariano y demás personas heridas. Los defensores los llevaron al estrado para que ´relaten´ episodios de ´violencia´ sufridos a raíz de la interrupción del servicio. Lo que hicieron los testigos fue una amalgama de hechos distintos. Así, amontonaron la rebelión de usuarios en Constitución que selló la salida de Sergio Tasselli de la administración del Roca, con los bloqueos de boleterías –que no entrañan la suspensión del servicio- y algún corte de vías, cuyos motivos y protagonistas no pudieron precisar en ningún caso.
La estrategia elegida por las defensas se coloca claramente en el terreno de la justificación de la agresión. Su encubrimiento sobre los autores de los disparos es, por lo menos, alevoso. Necesitan la impunidad de los autores materiales del crimen de Mariano, para salvar a sus mandamases, Pedraza y Fernández. Arrastraron al juicio a los pocos testigos que pudieron recabar para hablar a favor de los imputados, y desistieron de los que más comprometidos estuvieron con los hechos.
El contraste entre las declaraciones de las víctimas–los obreros tercerizados, los compañeros de Mariano, los militantes del Partido Obrero y las demás agrupaciones que sufrieron la emboscada criminal- junto a las de los testigos ´imparciales´ del ataque, comparadas con las de los testigos de los defensores, es sencillamente monumental.
En definitiva, los abogados defensores se quejan de algo que no tienen ni podrán tener: alguien que se siente ahí -delante del tribunal, de los imputados, de los abogados, del público, de los familiares de Mariano y de los periodistas presentes en la sala- y diga sencillamente la verdad.
El jueves declaran Gabriela Carchak y sus compañeros de trabajo. Será, sin lugar a dudas, una bocanada de aire fresco, luego de estas últimas audiencias.
Para comunicarse: potigre@yahoo.com.ar
Luis Antón: 1561076227
Martín Silva: 1569464740
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