Hoy declararon Gonzalo Fernández –ferroviario, ex tercerizado de Confer, que en octubre de 2010 se encontraba despedido-, el ´testigo´ de la patota Carlos del Papa y Marcelo Polito, el asistente de cámara del equipo de C5N que estuvo en el lugar de los hechos y que sufrió un feroz apriete por parte de la patota, para que no filmaran la emboscada criminal. Los compañeros de trabajo de Polito –Gabriela Carchak y Gustavo Farías- no alcanzaron a declarar y sus testimonios fueron postergados para el próximo lunes. La audiencia debió interrumpirse durante un rato largo, debido a un inesperado apagón de luz.
Fernández y Polito brindaron testimonios contundentes contra la patota e identificaron a varios de los agresores. Fernández describió a un tirador, que sería Cristian Favale. Por su parte, la declaración de Polito –que citaremos largamente- fue particularmente conmovedora y valiente, y debió enfrentar el hostigamiento y hasta las intimidaciones de los abogados defensores. Polito hizo una denuncia formidable contra la patota y la policía.
“Nos amenazaban con que nos iban a matar”
La declaración de Marcelo Polito se extendió por más de tres horas. Fue implacable. Polito respondió a cada pregunta de los defensores con nuevas denuncias y ampliando cada detalle. Los abogados de Pedraza y su patota, impotentes ante la contundencia de su testimonio, se ofuscaron y lo hostigaron sistemáticamente, pero Polito mostró una valentía y convicción a prueba de todo.
“Para octubre de 2010, yo trabajaba como asistente de cámara en el noticiero de C5N. El 20 estábamos en el Ministerio de Economía, cubriendo novedades sobre el censo. A las 11 de la mañana, Gabriela –la periodista del equipo- recibe un llamado y nos mandan a otro destino. Nos movilizamos los tres en el auto de Gustavo Farías, el camarógrafo”.
“Gabriela nos dijo que teníamos que ir a la zona de Barracas, que había habido incidentes y que había gente golpeada de una agrupación, pero no sabíamos quiénes eran. Nos adelantaron que había un conflicto entre gente tercerizada y ferroviarios. Nos fuimos para allá rápidamente. No había otros periodistas e íbamos a tener la exclusividad”.
“Cuando llegamos al lugar, nos encontramos con la señora Elsa Rodríguez y otras personas más. Hicimos la nota e intercambiamos números de teléfono para mantener comunicación con la gente”.
“Mientras hacíamos la nota, Mariano Ferreyra estaba al lado mío. En total, serían 50 personas las que había. Estaban golpeados, venían golpeados del lugar donde se produjo una emboscada o algo así, cerca de las vías. No había herido de sangre, pero había gente con machucones en la cara, golpes, palazos…”.
“Yo desconocía el conflicto, no sabía quiénes eran. Había unas banderas rojas, pero no recuerdo la leyenda que tenían. También había banderas de palo corto, de caña. Nada que pudiera dañar. Estaban todos tranquilos, pero nerviosos. Escuché era que iban para el lado de la avenida Vélez Sarsfield y que se iban. Creo que iban para la zona de congreso. Esto habrá sido entre las doce y la una del mediodía”.
“Después de hacer las notas, nos fuimos a tomar imágenes cerca de la esquina. Enfocamos hacia las vías. Todavía no estábamos grabando, pero veíamos a través del display –la pantallita que tiene la cámara- que debajo de las vías había gente con palos, caños… había gente rompiendo baldosas”.
“No conozco la calle donde estábamos nosotros, pero sé que es donde está la empresa Chevallier, porque habíamos estacionado el auto enfrente. En todo momento mirábamos hacia el auto, porque teníamos ahí nomás a esta gente que juntaba piedras. Estarían a 120 metros, difícil que se los alcanzara a ver sin ayuda de la cámara. Serían unas setenta personas. El cascote más chico que cargaban tenía el tamaño de media baldosa”.
“Yo me doy cuenta de que la situación estaba medio pesada. No me gustaba nada. Entonces se me acerca una persona vestida de civil, con un Handy en la mano, y me dice que me tengo que retirar. Vestía camisa blanca, pantalón de jean, zapatos. Mediría 1,75, de tez blanca. No se identificó pero yo escuché la frecuencia policial y me di cuenta de que era de la Federal. O no sé, pero alguien de alguna fuerza de seguridad era”.
“Esta persona se me pone al costado. Nos dice que nos retiremos. Yo le dije que no, que estaba haciendo mi trabajo y que si me retiraba, me iban a sancionar. Le digo ´sacáme si querés, yo no me voy´, y esta persona me contesta: ´yo te lo digo porque te van romper todo, la cámara, todo… Váyanse de acá´. Se fue caminando en diagonal, cruzó de vereda a vereda y se fue hacia los móviles policiales”.
“Había patrulleros y un carro de asalto, un camión azul que se abrió en el momento que viene esta gente desde las vías”.
“Cuando veo que vienen, como enajenados y portando palos, retrocedimos unos pasos. Ahí vinieron a agredirnos, nos rodearon para que apaguemos cámaras, nos decían que no les demos cámara a estos negros de mierda, que nosotros estábamos –politicamente, digamos- con ellos”.
“Yo les pedía por mi hija que no me hagan nada, que estábamos trabajando… Nos rodearon y nos fueron empujando hacia Chevallier. Gabriela estaba un poquito más alejada, porque estaba despidiéndose de la gente a la que le había hecho la nota. Cuando ella ve que nos querían agredir, que nos están diciendo ´apagá la cámara, no mirés, agachá la cabeza´, ella se acerca. Pensó que, siendo mujer y al ver que eran todos hombres, podría mediar. Se puso en el medio para que no nos golpearan, pero también la insultaron a ella. No se frenaron, digamos”.
“Los que nos amenazaban era el grupo que venía al frente. Eran como los jefes del grupo, unas quince personas”. Entre sus agresores, Polito identificó a los imputados Pipitó (“una persona de tez trigueña, de rulos y pelo largo, bajito, de 1,65 más o menos, que tenía una campera o ropa medio azul”), González (“canoso, que tenía un cuello ortopédico”) y Pérez (“una persona alta, mayor, corpulenta, con pelo canoso, que vestía camisa a cuadritos, que estaba constantemente con la mano en la cintura, como queriendo sacar un arma”).
“El de pelo largo se puso detrás mío, por eso no se lo ve en cámara. Me empujaba todo el tiempo, era el más violento de todos. Bajamos la cámara, pero la dejamos prendida. Nos insultaban y nos llevaban hacia Chevallier. La gente de Chevallier no quería dejarnos entrar, porque pensaban que el problema era con nosotros y que les iban a romper los ómnibus”.
“Las agrupaciones estaban como a 80 o 100 metros de nosotros. La última vez que los veo, se estaban retirando, de espaldas de la gente que venía con los palos. Cuando los del Chevallier vieron que la situación estaba muy fea, nos dejaron entrar. Entre que empezaron a amenazarnos y terminó todo, habrán pasado –calculo- unos 8 minutos”.
“Escuchamos detonaciones, piedras, vidrios, alarmas, gritos, llantos… Escuché al menos ocho detonaciones, todas distintas, como si fueran de distintas armas. Primero escuché tres juntas, luego otras dos seguidas y las últimas, que sonaron más fuerte, tres también. Las reconozco porque en mi trabajo escuché tiros muchas veces y sé diferenciarlos de la pirotecnia. La persona de pelo largo se quedó ahí, cerca del portón, vigilando que no saliéramos hasta que sus compañeros terminaran de hacer lo que iban a hacer”. La premeditación con la que actuó la patota surge evidente de este relato.
“Cuando pudimos salir, la gente estaba desesperada. Nunca imaginamos esto. Gritaban ´mataron un pibe, mataron a un pibe´. Se me acerca una señora y yo la abrazo, la contengo. ¿Qué más podía hacer? Abrazarla y ayudarla”, dijo Polito visiblemente emocionado. “Me acerco a la ambulancia y lo veo a Mariano Ferreyra agonizando, pobrecito. Yo lo pedía al de la ambulancia que arranque, que lo lleve. Estaba muy mal, estaba muy blanco. No había manera de revivirlo. También grabamos a los otros heridos. Había una persona que tenía un disparo en la pierna; también estaba Elsa Rodríguez, herida de bala. Creo que se fueron todos en la misma ambulancia”.
“No vi presencia policial en ningún momento. Cuando terminó todo, apareció otra persona, muy mayor, también con un Handy en la mano, que me preguntó qué había pasado, como si se hubiera tratado de, no sé, discúlpeme la expresión, como si se tratar de un cumpleaños de quince”.
“Buscamos vainas en el lugar, pero no encontramos nada. El que trabaja de periodista siempre sabe que quedan vainas servidas, pero no vimos ninguna”.
“Yo ya estaba descompuesto, muy nervioso. Hacía calor, estaba deshidratado, muy nervioso. Estuvimos ahí unos 40 minutos, bajando las imágenes. Todo ese tiempo me quedé tirado en el piso del móvil de exteriores, porque no podía más”.
“Tuve mucho miedo. Hasta el día de hoy inclusive. Estuve muy asustado. Les pedí por mi hija que no me hicieran nada. Yo soy católico, tenía una cruz y me la puse en la boca. Les pedí por favor que no me hiciera nada, que lo único que tiene mi hija es a mí y a su abuela. Fue todo muy feo. Nos decían que nos iban a matar”.
A su turno, las defensas provocaron vergüenza y repulsión. El abogado de Fernández, Alejandro Freeland, ´se interesó´ por si el testigo tenía algún tipo de filiación política. “No, no me interesa la política”. También lo interrogó sobre qué portaban los manifestantes.” Yo no vi ni gomeras ni palos ni gente con la cara tapada. Yo vi gente embarazada, criaturas. Era gente que se estaba manifestando”, le contestó Polito. El interrogatorio se fue tornando cada vez más hostil, delatando una debilidad terrible. Freeland recurrió incluso a información privada sobre el testigo, lo cual solo puede ser entendido como un acto de intimidación. Polito ´le paró el carro´ más de una vez y recurrió al tribunal en cuanto fue necesario, para que hiciera cesar las provocaciones del defensor. Respondió a cada pregunta con firmeza y explicó con lujo de detalles cada imagen de la filmación de C5N. Cuando terminó de declarar, y ya se había retirado, Polito pidió volver al estrado para manifestar que se sentía amenazado. El tribunal anunció que tomaría todas las medidas necesarias para resguardar su seguridad.
Fue un testimonio formidable.
La bandera de Mariano
Antes que Polito, en la primera parte de la audiencia, declararon el ex tercerizado Gonzalo Fernández y Carlos del Papa, un elemento de la burocracia.
Fernández relató en forma muy sencilla cómo se desarrollaron los hechos y por qué habían llegado a la instancia de un nuevo corte de vías, luego del realizado en julio de 2010, por la reincorporación de los tercerizados despedidos y el pase a planta permanente. “El 21 de julio habíamos hecho un corte. A raíz de eso, nos dijeron que nos iban a reincorporar pero quedó todo en la nada. Fuimos al ministerio de trabajo y todo. Hicimos audiencias y dijeron que no, que ellos no iban a reincorporar a nadie”.
Luego de la primera agresión que sufrieron, apenas habían cruzado el puente Bosch, la columna se retiró a dos cuadras de las vías y se realizó una asamblea. “Se planteó que no se podía hacer nada y decidimos irnos. Cuando no estábamos retirando, vemos que ellos vienen bajando del terraplén”.
“Llegaron a nosotros quedamos enfrentados a 30 metros de distancia más o menos. Ahí empezaron piedrazos de ellos, piedrazos de nosotros y, en ese momento, vemos que de atrás de un auto sale uno tirando. Viene del lado izquierdo hacia el medio de la calle. Era morrudito, de remera azul. No los conté, pero creo que hizo al menos tres o cuatro tiros”.
“Alrededor de esta persona estaban Sánchez, Pipitó, Uño, González… Estaban todos juntos. Todos los que aparecen en el video. A Uño lo conozco porque es picaboletos, de pasar por la estación. Con Pipitó hemos comido juntos alguna vez”. Luego, identificaría claramente a Uño en fotografías y videos de la causa.
“Cuando se quedaron sin balas, ellos corrieron hacia el terraplén y nosotros corrimos detrás suyo. Llegamos hasta dos patrulleros que estaban atravesados y no pudimos hacer nada. Les dijimos que nos agarraron a los tiros, que esto, que lo otro, pero no nos dieron una solución, ¿me explico? No había policía cuando se nos vinieron. Estábamos nosotros y ellos, nadie más”.
Fernández también afirmó que “no sé quiénes eran los dueños de Confer o Herso, pero la ´cooperativa´ era de la Unión Ferroviaria”, en referencia a Unión del Mercosur.
“¿Llevaban banderas?”, quiso saber Freeland. “Sí, era una bandera que había pintado Mariano. La única bandera que teníamos ese día, era la que hizo Mariano”.
Carlos Del Papa, en cambio, repitió un libreto plagado de mentiras. Dijo haber visto a ´alguien´ del lado de los manifestantes haciendo ´un ademán´ de lo que ´podría haber sido´ un arma; sin embargo, ´no vio´ exactamente qué era porque se dio vuelta inmediatamente, pero dijo haber escuchado en ese momento ´una única detonación´ a sus espaldas. La descripción que brindó de ese fantasmagórico tirador -que nadie más vio- no concuerda con la de ninguno de los manifestantes. Del Papa no se presentó a declarar en los casi dos años que duró la investigación judicial. En las escuchas, además, aparece tramando una eventual declaración con la esposa de Pablo Díaz, el jefe operativo de la patota durante la agresión, con el cual reconoció una relación de amistad. Del Papa –que para octubre de 2010 no ocupaba ningún cargo gremial- fue ´premiado´ por la burocracia, promoviéndolo como sub delegado en el Roca durante las elecciones de agosto del año pasado. Su declaración arrojó todo tipo de dudas, inclusive sobre la veracidad de que se encontrara efectivamente en el lugar y momento de los hechos, debido a la inconsistencia de su relato.
Del Papa dijo que Marcelo Garro, otro patotero, habría sido herido de bala en una mano, algo que nunca fue comprobado por personal médico ni tampoco fue radicada denuncia policial alguna. Es más: culminado el ataque criminal de la patota, uno de los imputados, Daniel González, lo trasladó en automóvil al hospital Argerich, de donde huyeron raudamente antes de ser atendidos. Para más datos, luego del crimen de Mariano, Garro se ausentó de su trabajo por varios días. Al regresar, él mismo desmintió que se tratara de una herida de bala y dijo, en cambio, que lo había alcanzado “un piedrazo”. Varios testigos relataron esto en el estrado.
Sin embargo, en una actitud insólita, el abogado Igounet, el defensor de Guillermo Uño, tomó esa afirmación de Del Papa, la amalgamó con una supuesta declaración periodística de Elisa Carrió que data de varios años atrás, e insistió con un ´pedido de prueba´ desopilante: que fueran allanados los locales del Partido Obrero, en busca de ¡armamento de guerra! El colmo del absurdo es que el señor Marcelo Garro era un testigo presentado por las defensas, del cual desistieron cuando se encontraba a pasos del estrado, hace pocos días.
El planteo de Igounet fue, en todo caso, su último y desesperado intento por colocar a las víctimas en el rol de victimarios. Su pedido no puede prosperar bajo ningún punto de vista. El ´testigo´ Del Papa, eso sí, es ´número puesto´ a la hora de las nuevas imputaciones que se harán en el momento de los alegatos.
El juicio continúa el lunes.
Para comunicarse: potigre@yahoo.com.ar Luis Antón: 1561076227 Martín Silva: 1569464740
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