El fallo de la Corte de La Haya estuvo largamente anunciado: Uruguay violó el tratado del Río Uruguay, pero la pastera Botnia seguirá funcionando. El ‘equilibrio’ que pretende la sentencia significa que la instalación futura de pasteras en el lado oriental debería contar con el acuerdo de Argentina. Mientras tanto, el correntino Colombi aprovechó el fallo para anunciar que buscará que las pasteras inviertan en su provincia, que ya cuenta con un amplio desarrollo forestal. Kirchner, por su lado, podrá contar con el voto uruguayo para presidir la Unasur –y convertirse, de paso, en el último ‘candidato testimonial’ del pejotismo.
Los blancos y colorados diseñaron para el Uruguay, hace 15 años, un “futuro forestal” con eje en las inversiones pasteras, con la abierta anuencia del Frente Amplio. La tarea sucia de esa entrada de grandes capitales sólo la podía hacer pasar un gobierno de “izquierda” para las masas populares. Tabaré Vázquez fue la vanguardia de la defensa de Botnia, así como una avanzada del ingreso masivo de los capitales papeleros mundiales. Como lo han denunciado centenares de veces las organizaciones ambientales uruguayas, los grandes terratenientes en Uruguay cambiaron la explotación ganadera y cerealera por la plantación de miles de hectáreas de eucaliptos.
Las multinacionales papeleras se largaron a desarrollar una producción que aun con tecnología de punta es altamente contaminante y tiene que enfrentar las restricciones europeas. En los países periféricos encuentran, además, mano de obra barata y exenciones impositivas absolutas. Fray Bentos se ha convertido en una “zona libre”, que rivaliza cómoda con lo que arrancaron las mineras en Argentina. Botnia convierte a Uruguay en monoproductor para la exportación.
La Corte no podía fallar contra la multinacional de Botnia. Pero le condiciona a Uruguay la penetración de nuevas pasteras a un acuerdo con Argentina por el uso del río. Condicionándole mucho, por la inmensa repercusión política, el ingreso de las multinacionales. Aunque la española Ence parece en retirada luego de un anuncio de inversiones cerca de Colonia y otras dos noruegas, difícilmente se animen ahora a invertir en Uruguay, Mujica alienta abiertamente el ingreso masivo de capitales, a los que ofrece todo tipo de garantías jurídicas.
La Argentina de la demagogia kirchnerista también pierde con el fallo de La Haya. Argentina tiene necesidades inmensas de papel, pero sus papeleras cuentan con una tecnología obsoleta. El gobierno intenta remendar las quiebras de Massuh y Puerto Piray formando cooperativas sin capital. A esto hay que sumar la brutal crisis en Papel Prensa y el cierre virtual de Celulosa de Zárate. La producción de papel sobrevive por las inversiones de los capitales chilenos. A diferencia de Argentina, Brasil ha duplicado sus pasteras en los últimos diez años. El destino de Argentina es la importación y, paradójicamente, de la misma Botnia.
La descalificación del fallo por parte de los asambleístas y del movimiento popular obedece a la razón elemental de que la pastera contamina y no la han cerrado. El piquete ha servido para desarrollar la conciencia ambiental y para desenmascarar al gobierno y a todos los políticos del sistema –en especial a los gobernadores e intendentes de la Mesopotamia. Ha impulsado la lucha contra las mineras y las petroleras en todo el país, y también contra la flexibilización laboral, que es la forma más brutal de destrucción de la naturaleza (humana).
Estamos con la bronca de Gualeguaychú. Estamos con las organizaciones ambientalistas uruguayas silenciadas por el “patriotismo” de los izquierdistas tipo Mujica. Estamos con los que luchan contra la brutal depredación obrera y ambiental en ambas márgenes del Río Uruguay.
Juan Ferro
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